viernes, 7 de agosto de 2009

Casoria: definición y merodeos

Ser una casoria es casi un quehacer cultural. Denota la existencia de seres algo cortazarianos como los cronopios y los famas, pero atiende a algo que nuestro querido amigo Julio, excelente escritor y muy bien considerado con sus damas a la hora de vivir el amor, olvidó: la cuestión de género. Los que leyeron acerca de los cronopios y los famas habrán podido notar (o no, pueden notarlo ahora, a partir de este escrito) que tanto los cronopios como los famas tienen “esposas e hijos” pero nunca se habla de la cronopia tal por ejemplo o de la cronopia que trabaja de sol a sol, o de aquella cronopia que lidia con su diario existir entre un kiosco quiniela y su vida académica. ¿Es idénticamente definible una cronopio con una casoria? No. Quizá una casoria tenga rasgos de cronopio en alguna de sus fases, pero todo en su vida tiene un objetivo claro que el cronopio no presenta: casoriarse. Tampoco puede equipararse la definición de ambos términos porque justamente las casorias se erigen desde el género donde los casorios son algo inexistente: un varón puede presentar “rasgos casoriles” (que más adelante se detallarán) pero eso no lo hace una persona del club.

La Real Academia Española afirma en rojo:

La palabra casoria no está en el Diccionario.

De este modo dimensionamos cómo las cuestiones de género han trastocado el mundo de estos seres desde lo semántico condenándolos a la inexistencia (sin ser por esta serie de afirmaciones las casorias feministas, ya que de hecho una de ellas está escribiendo este manifiesto-definición-ensayo y no se adscribe a más feminismo que el de igualdad de oportunidades, y muere en cambio por los ramos de rosas y las serenatas masculinas del medioevo)

1 comentario:

  1. Buenas Salenas...creo que soy medio casoria che, e inexistente, por lo de mi DNI y por lo de la RAE. Juaz

    ResponderEliminar